Cierre de la USAID, ¿Trump le corta una cabeza a la hidra imperial?

7 febrero, 2025
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La orden ejecutiva de recortar el presupuesto para la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés) ha conmocionado a no pocos voceros de organizaciones de la sociedad civil y gobiernos en el continente americano.

Con la decisión, Trump dejaría sin fondos una institución que se ha valido de su coraza de benefactor humanitario para operar en gran parte de los países de América Latina, Europa del este, África y Asia, no siempre con propósitos democráticos.

Con una frase lapidaria — “USAID is a criminal organization. Time for it to die” — Musk sentenció en su cuenta personal de la plataforma de la que es dueño, la suerte de la agencia estadounidense y aceleró el cierre de casi todas cuentas del entorno digital de la organización y comienzan a desmantelar sus sedes en algunos países.

Fiel a sus extravagantes, y en ocasiones paranoicas declaraciones, Musk acusó a la USAID de financiar un laboratorio chino que supuestamente habría diseñado la enfermedad del coronavirus. Con este, entre otros argumentos que fue desperdigando en el time line de si cuenta en X, Musk sugirió el cierre de la agencia que, de aprobarse en el Congreso, dejaría de recibir al menos 73 mil millones de dólares para un año de operaciones (que fue la cifra recibida para la vigencia de 2023).

Es la tarea del magnate, que convenció a Trump de ajustar cuentas, para la que se ideó el DOGE (Department of Government Efficiency), una instancia del Ejecutivo con el que le está pasando la motosierra al presupuesto estadounidense destinado a operaciones en el exterior.

La iniciativa, la del DOGE y el cierre de USAID, no cayó bien en el Congreso y varios parlamentarios dejaron caer ya sus advertencias de que no será una empresa fácil.

 

En contexto, es preciso recordar que la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) es hija de la Guerra Fría y desde su creación en 1961, bajo la administración de John F. Kennedy, comenzó a dar muestras de sus habilidades para operar en varios países, en nombre de labores altruistas.

Sin embargo, no pocos estudios ubican a la agencia como un instrumento de persuasión en el continente americano y otros países en donde se sospechara que podría incidir la influencia soviética.

Otros informes de investigación periodística y documentos desclasificados dan cuenta de las operaciones injerencistas de la USAID en países de Latinoamérica, África y, sobre todo, Europa del este.

La agenda de injerencia con fines desestabilizadores abarca países de América Latina como Bolivia, Cuba, Haití y Venezuela, donde desembolsó millones de dólares para financiar grupos de claros propósitos contra el orden público.

En octubre de 2014, el portal Wikileaks publicó algunos documentos desclasificados de operaciones encubiertas de la USAID que violan la soberanía de varios países, en el caso puntual de esta denuncia, se trataba del Ecuador.

Otro caso emblemático tiene que ver con el agente Dan Anthony Mitrione, un oficial estadounidense vinculado a operaciones de contrainsurgencia en América Latina durante la Guerra Fría que se presentó como funcionario de la USAID en Uruguay.

El rol del agente se enmarcó en el programa de la Oficina de Seguridad Pública (OPS), dependiente de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), que entre 1962 y 1974 entrenó a fuerzas policiales y de seguridad en varios países, incluyendo Brasil y Uruguay.

A propósito, fue en ese país donde asesoró al gobierno durante el ascenso de la guerrilla urbana de los Tupamaros. Su papel se vinculó al escalamiento de la represión estatal, incluyendo desapariciones y torturas sistemáticas.

Por su accionar terrorista, en julio de 1970 Mitrione fue capturado en Montevideo y posteriormente ejecutado por los Tupamaros, quienes lo acusaron de ser un «técnico de la tortura, ante la negativa de la dictadura y de los Estado Unidos de negociar con la guerrilla. Su muerte expuso el papel clandestino de Washington en la región.

 Repercusiones inmediatas en América Latina

El coletazo del cierre inminente de la USAID (programado a partir del 7 de febrero) se hizo sentir de inmediato en algunos países de Latinoamérica.

Comenzando por Colombia, donde el presidente de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), Alejandro Ramelli declaró que la orden ejecutiva del gobierno Trump paralizaría más de 3.5 millones de dólares anuales que la USAID le estaba inyectando al funcionamiento de la JEP.

Una situación que despertó preocupación en sectores aliados de la paz, como lo expresó el académico Francisco Toloza, ex asesor del Acuerdo de Paz de la Habana quien afirmó que es “preocupante que verdad y reparación a víctimas de conflicto social armado, dependa de financiación- a través de #USAID -de un actor directo de esta guerra como ha sido EEUU”.

Por su parte, en Venezuela la decisión de Washington fue oportuna para hacer pública una vez más la denuncia de que la agencia estadounidense había financiado a grupos políticos de la oposición y facciones de choque que pretendían acabar por la fuerza al gobierno del presidente Nicolás Maduro.

Con los antecedentes documentados de las operaciones encubiertas para las que se prestó y tomó partido directamente la USAID, podría concluirse que en efecto tiene una faceta criminal como lo señaló Musk, pero no por las acusaciones paranoicas del hombre más rico del mundo, sino por los intentos desestabilizadores de los países donde opera.

 

 

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