Cientos de colombianos y colombianas se concentran en puntos tradicionales de las principales ciudades del país para pedir el cese de las hostilidades y garantías para el pronto y seguro retorno de los catatumberos a su región.
Con excepción de voceros y partidos de extrema derecha, una importante mayoría de colombianos y colombianas han expresado su solidaridad con la región del Catatumbo, una vez más azotada por los rigores del conflicto armado interno desde el pasado 16 de enero.
La excepción de la extrema derecha se debe a que sus precandidatos presidenciales han querido sacar partido de la crítica situación de derechos humanos que vive la región fronteriza con Venezuela, antes que plantear soluciones pacíficas.

En contraste, los sectores populares han emprendido una ola de expresiones fraternas con los habitantes del Catatumbo, la mayoría campesinos y campesinas que desde hace décadas piden la presencia real y efectiva de las instituciones del Estado en su territorio, disputado por grupos armados de toda índole: guerrillas, paramilitares, delincuencia común, narcotráfico y, en no pocas ocasiones, agentes del Estado.
Reconoce el mismo presidente de Colombia Gustavo Petro en un consejo de ministros que sobre lo que pasa en el territorio no hay “mucha información” y que se trató de “un acto sorpresivo en todo el sentido de la palabra”. Aludiendo así a que ni siquiera los comunicados o pronunciamientos de los dos actores armados en disputa arrojan luces de qué es lo que sucede en realidad.
Tanto el ELN como la disidencia del frente 33 de las antiguas Farc se culpan mutuamente de haber iniciado la crisis. Independientemente de las responsabilidades, el clamor nacional por el Catatumbo es uno sólo: superar la violencia.
En jornadas de muralismo y concentraciones en lugares icónicos de varias ciudades capitales y barrios populares, la población colombiana expresa sus gestos de paz y de apoyo y solidaridad por el Catatumbo. Nadie olvida que es una región que década tras década soporta hechos violentos que provocan desplazamientos forzados y un abandono irreversible en ocasiones de importantes extensiones de tierra que por años cultivaron y de donde sacaron toneladas de cosechas que alimentan una buena parte del oriente del país.
Según los datos aportados por la Defensoría del Pueblo, desde el inicio de las hostilidades se registran al menos 41 personas asesinadas y alrededor de 47.000 desplazados. Entre los afectados hay firmantes de paz del Acuerdo de 2016 y también niños reclutados en filas de los dos grupos enfrentados.
Esta crisis en el Catatumbo está poniendo en evidencia, nuevamente, el uso y reclutamiento de niños, niñas y adolescentes por parte de todos los grupos armados. Ellos y ellas están muriendo en medio de la confrontación y un irrespeto generalizado al DIH.
— Defensoría del Pueblo (@DefensoriaCol) January 26, 2025
¡Todos los grupos…
“Todo para la paz, nada para la guerra”, lanza al aire la consigna Jaime García, el Zapatero soñador. Un activista oriundo del departamento de Cundinamarca quien desde hace muchos años cuelga a su espalda dos grandes y pesadas alas con mensajes de paz. Desde los años de la mesa de negociación entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las Farc, se pasea por las mechas capitalinas llevando su mensaje.

La presencia del alto gobierno en los principales municipios del Catatumbo no ha detenido la sangría que se apodera por estos días de esa región montañosa. Pobladores siguen reportando la aparición de cadáveres en zonas apartadas de los cascos urbanos.