Familias de trabajadores sin tierra protagonizan ocupación en el norte de Río de Janeiro

10 febrero, 2025
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La madrugada en Campos dos Goytacazes trajo consigo más que el rumor del viento en los cañaverales. Desde temprano, cientos de familias comenzaron a movilizarse en dirección a la Hacienda Santa Luzia, un extenso territorio de la Usina Sapucaia, en el norte de Río de Janeiro. Para mitad de la mañana, unas 400 familias del Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra (MST) ya habían tomado posesión del terreno. 

La escena era de organización y determinación. Pancartas, carpas improvisadas y el bullicio de quienes llevan meses esperando una respuesta marcaron la jornada. «Estamos aquí por nuestro derecho a la tierra y a una vida digna», decía un integrante del MST, mientras otros preparaban la logística del campamento.  

La Hacienda Santa Luzia, hoy en el centro del conflicto, es propiedad de la Usina Sapucaia, una empresa que acumula una deuda millonaria con el Estado y con los trabajadores. Según el portal Lista de Deudores del gobierno federal, la compañía adeuda más de 36 millones de dólares. 

El MST exige que estas tierras sean adjudicadas al Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria (Incra) y destinadas a la reforma agraria, un proceso que ya está en trámite. La estrategia de presión ha sido clara: visibilizar el caso y exigir que el gobierno federal acelere el procedimiento. 

Sin embargo, el acceso a la zona pronto se convirtió en un punto de tensión. La seguridad privada de la Cooperativa Agroindustrial del Estado de Río de Janeiro (Coagro), que actualmente arrienda las tierras, bloqueó el puente sobre la RJ-194, impidiendo la circulación de personas y alimentos.  

«No nos dejan pasar ni con agua ni con comida, pero resistiremos», afirmó una mujer que participaba en la ocupación. Mientras tanto, agentes de la policía permanecían en el lugar, observando el desarrollo de los acontecimientos. 

Las familias acampadas llevaban meses esperando esta oportunidad. Desde abril del año pasado, habían permanecido en los márgenes de la BR-101, cerca del Morro do Coco, en condiciones precarias y a la espera de una definición sobre las tierras. «No podemos seguir viviendo a la intemperie, con niños y ancianos sin un lugar donde producir y vivir», expresó otro integrante del movimiento.

Mientras tanto, la ocupación sigue en pie. La lucha por la tierra en Brasil es una historia que se repite, con protagonistas distintos pero con la misma reivindicación: tierra para quienes la trabajan.