Estado argentino en su búsqueda de un enemigo interno culpa al Pueblo Mapuche de incendios

28 enero, 2025
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En medio de los incendios en Epuyén, las autoridades desvían la atención de las causas reales y apuntan al Pueblo Mapuche, mientras el monocultivo de pinos y el abandono estatal agravan la crisis ambiental en la Patagonia.

El reciente incendio forestal en Epuyén, Chubut, arrasó con más de 70 viviendas y cerca de 3.000 hectáreas, incluyendo bosque nativo y forestaciones de pino abandonadas.

Este desastre ambiental no sólo pone de manifiesto los riesgos inherentes al monocultivo de especies exóticas, como el pino, sino también la falta de políticas públicas efectivas para prevenir y mitigar incendios. Los pinos, con su composición rica en aceites inflamables y suelos secos, alimentaron las llamas que, impulsadas por los fuertes vientos y la sequía persistente, avanzaron a gran velocidad hacia áreas urbanas y rurales.

Sin embargo, en lugar de abordar las causas estructurales —como la expansión descontrolada de los monocultivos y la falta de manejo forestal—, el discurso oficial desvió el foco hacia la supuesta intencionalidad del fuego, alimentando narrativas que apuntan al Pueblo Mapuche como responsable.

La construcción de un enemigo interno

El gobernador de Chubut, Ignacio Torres, y la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, destacaron en sus declaraciones públicas una hipótesis de intencionalidad detrás del incendio, sin presentar evidencias concretas.

Este discurso resuena con una estrategia histórica: construir un enemigo interno para desviar la atención de problemas estructurales y justificar medidas punitivas. En este caso, las comunidades mapuches han sido presentadas como el blanco de estas acusaciones, pese a la falta de pruebas.

La criminalización de las comunidades originarias no es nueva en la región. Desde hace décadas, los mapuches han sido señalados como responsables de conflictos en la Patagonia, especialmente en contextos de disputa por tierras.

Esta narrativa, que busca dividir y estigmatizar, se ha reactivado en este caso mediante operaciones mediáticas que amplifican rumores infundados, como la supuesta participación mapuche en un “atentado incendiario” cerca de Trevelin. Estas afirmaciones, difundidas por medios locales y redes sociales, se han demostrado inconsistentes y carecen de credibilidad entre las comunidades afectadas.

Sin embargo, ocultan que el monocultivo de pinos en la Patagonia, impulsado durante décadas por incentivos estatales y proyectos de explotación maderera, es un factor clave en la proliferación de incendios. Estas plantaciones, abandonadas en muchos casos tras el colapso de negocios forestales, se han convertido en verdaderas bombas de tiempo. Sin manejo adecuado ni control, representan un riesgo constante para la población y el ecosistema.

Distracción y militarización

La narrativa oficial no solo busca desviar la atención de las causas reales del incendio, sino también justificar la militarización de la región.

La estrategia de dividir a la población entre “ciudadanos de bien” y un enemigo interno, en este caso los mapuches, refuerza un discurso que legitima el uso de la fuerza y el debilitamiento de los derechos colectivos.

La tragedia de Epuyén expone una doble crisis: por un lado, la ambiental, marcada por la expansión descontrolada de monocultivos y el abandono estatal; por otro, la social, alimentada por discursos que criminalizan a comunidades originarias y desvían la atención de los verdaderos responsables.

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